
¿Por qué asumiste la producción total de PERRO PERRO?
En realidad, hace mucho pensé que me gustaría tratar de ser dueño de mis productos y mis proyectos. Nunca me pasó hacer la suficiente cantidad de plata fuerte como para poder encarar, por ejemplo, una producción con el INCAA, porque en general te piden que seas dueño o que presentes el 70% del presupuesto, y el 30% te lo dan ellos. O en un momento podía ser 50 y 50. Pero una película es cara. Una película de 300 mil dólares implica poner la mitad, y es un montón. Pero cuando las películas son independientes y las hago yo con un sistema más chico, con menos producción, menos personajes y menos equipo técnico, es más fácil. Con HAWAII y con TAEKWONDO fuimos dos socios. Con UN RUBIO fuimos tres y costó 10 mil dólares; pusimos un tercio cada uno. Luego armé sociedades con gente que ponía el dinero y yo la parte creativa, e íbamos a medias con las ganancias de las ventas. Y, después de un tiempo, sentí que por primera vez podía poner mis ahorros, que es algo que hice con PERRO PERRO. En principio, por la necesidad de filmar y de seguir teniendo control sobre mi obra, un control absoluto. Y especulando con que un día me pueda ir bien con una película y me dé ganancias lo suficientemente fuertes como para reinvertir en mi propio cine.
Frente a la actual pausa del INCAA, ¿ves posible seguir haciendo cine sin su aporte financiero?
La idea de hacer cine independiente es no depender de la posibilidad que te da otro, en este caso el Estado. Te ayuda a través del INCAA, lo cual siempre voy a agradecer, pero estamos viviendo en medio del gobierno de Milei. Y, en principio, no se filma ninguna película. Lo que se fue filmando son proyectos que ya estaban de la gestión anterior.
Circula mucho la idea de que se eligen los guiones y que, por ahí, el cine queer o sobre los años 70, sobre la dictadura, no estaría siendo elegido según los criterios de este gobierno. Entonces, es una gran posibilidad sentir que te podés independizar del sistema cuando tenés el sistema en contra. De hecho, tengo la sensación de que durante el gobierno de Milei yo no voy a filmar ninguna película con apoyo del Instituto.

Ya comenzaste…
Recién ahora, a los quince años de carrera, tengo la fuerza para autoproducirme. Porque siempre dependí del resto. Pero eso me pudo haber pasado al principio; por ejemplo, si con la primera película, en vez de depender siempre de gente con dinero, hubiera dependido del Instituto. Hubiera podido hacer una película con 6000 dólares para pensar que la segunda se puede hacer con 20 mil; la tercera con 100 mil y la cuarta con un presupuesto más grande, entendiendo que las películas nunca son para el bolsillo de una persona, sino para ampliar. Si yo quiero hacer una película de época en Santa Cruz, por ejemplo, y necesito ciertas locaciones, cierto vestuario, el dinero obviamente iría a eso. Para que yo pueda, si crecí en el tiempo, fantasear con una película más potente.
¿A lo largo de tu obra has recibido negativas de los festivales?
El tema de los festivales es algo que, para mí, en algunos aspectos, ni siquiera es un problema nacional. A veces es mundial. Obviamente, son personas, no son máquinas los que eligen. Y siempre se basan un poco en el gusto, en ciertas creencias o en ciertas modas. Es un trabajo que implica mucha responsabilidad. En quince años de carrera Mar del Plata me dio la espalda siempre, no tuve ni un corto aceptado.
En el BAFICI, este año, con PERRO PERRO me pasó lo mismo.
El año pasado, en el BAFICI, tu película LOS AMANTES ASTRONAUTAS tuvo un premio oficial. ¿Por qué intuís que se da ahora esta situación con PERRO PERRO?
Siento que es la más rara que hice, en blanco y negro, independiente, hecha con poco dinero y con todos los condimentos perfectos para ser analizada con responsabilidad. En el fondo depende de los gustos y los criterios de los programadores. Y, muchas veces, de amiguismo, de guardar el espacio para otros. Si mañana hago una película con Darín, no sé si tendría que estar en el BAFICI. Pero es un pensamiento muy personal, obviamente.

Cada vez hay más festivales consagrados a temáticas LGBTIQ. En febrero se inauguró uno en el Centro Cultural de la Cooperación y otras importantes muestras no especializadas ofrecen secciones con premio…
Sí, lo cual me parece perfecto. Esa es la parte positiva de la etiqueta, porque a veces uno la sufre. A veces, quisiera que piensen que mi cine es igual al resto. No se dice que SPIELBERG hace cine hetero, ni lo hace LUCRECIA MARTEL o WOODY ALLEN. Tampoco me gusta que me etiqueten como el director que hace cine gay, porque lo que hago son películas. Ese es el lado negativo. Pero lo bueno es que a veces la etiqueta sirve para diferenciar; si uno sabe, por ejemplo, que en el BAFICI hay un premio para cine queer, perfecto. Sabés que tenés en la competencia diez películas. De igual modo que en Cannes tenés el premio específico para este cine, o en Berlín, también.
¿Descubriste otros realizadores nuevos, además de los consagrados? ¿Los seguís viendo?
No conozco directores nuevos, obviamente sí a LUKAS DHONT. CLOSE me encantó. GIRL, en cambio, me pareció un poco fuerte y con un final con el que no sé si estoy del todo conforme. Tampoco soy gran consumidor de la etiqueta; estoy enamorado de ANORA, por ejemplo. Miro de todo.
¿Qué podrías adelantarnos de PERRO PERRO, tu nueva película?
Es muy independiente, como dije, en blanco y negro, y filmada en Tigre. Es una película absurda, hay cosas que pasan en la trama que no se condicen con cómo funciona el mundo real. Me gusta mucho probar cosas nuevas, como hice con LOS AMANTES ASTRONAUTAS, en donde puse a prueba un filme romántico de manual. Me gusta mezclar géneros, como lo hice en AUSENTE o EL CAZADOR. PERRO PERRO es la película más extraña que filmé hasta ahora.
